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Despiertas
por la mañana sopesando una noche que pudo, o no, ser buena por los efectos
indulgentes de la energía eléctrica, el agua, el calor o los zancudos, un típico
despertar de los venezolanos a quienes ya ni el sueño les han respetado.
Así empieza sin pena ni gloria esta
pequeña narración que más que buscar la aprobación de cualquiera, intenta
desahogar burdamente algunos aspectos de las desventuras diarias de un
venezolano o venezolana común de una Venezuela que se desdibuja en el tiempo
para peor.
Amigo lector, así como te identificas
con todo esto, viviendo en Venezuela con sacrificios, o eres un venezolano en
el extranjero, aun si eres ajeno a Venezuela, curioso por conocer las
perspectivas de algunos que aún se esfuerzan por mantenerse a flote y considerando
insuficiente las palabras, agradezco sinceramente tu tiempo.
Así pues, uno de los servicios
actualmente reconocido como derecho humano por organizaciones mundiales es
ahora un lujo y una preocupación; puesto que por decisiones equivocadas de los
principales gerentes del estado; las condiciones de todo el tendido eléctrico
del país es ahora decadente; para asegurar que la electricidad llegue a todas
partes deben racionarla en espacios de 2, 4, 6 u 8 horas, o para citar una
frase de un reconocido político:“ y lo que haga falta” aludiendo a la situación
en la región occidental del país.
Somnoliento y cabizbajo justificado
por el asedio incesante de los apagones repentinos de madrugada o los bajones
sin previo aviso, acompañados de docenas de zancudos y toda clase de insectos
hematófagos dispuestos a no permitir que alcances un sueño ni medianamente
reparador.
Empiezan tus (pre)ocupaciones, si no
tienes hijos o si estos ya se valen por sí mismos de alguna manera entonces
tienes un poco menos ocupaciones que otros; sin embargo, puedes ser novio o
novia, esposo o esposa o algún familiar dedicado, y debes hacer el desayuno
para todos.
El desayuno y cualquier comida para
un venezolano se ha vuelto una preocupación diaria desde hace tiempo; la escasez
de la comida, sus precios –que no colocaré porque probablemente ya estén
devaluados para cuando leas esto- y su difícil acceso actualmente ha hecho que la
cocina sea muy “creativa”, baja en proteínas y rica, sobre todo, en
carbohidratos (fundamentalmente yuca), por ser los más económicos y abundante.
Entonces, resuelves el desayuno
propio y de los tuyos de la manera más “creativa” que puedes, empiezas a (pre)ocuparte
por el baño y el aseo personal y por tu mente pasa: “ojalá que alcance el agua
para bañarme hoy”.
Como ya es frecuente en Venezuela
desde hace tiempo, la mayoría de la población está sometida a un razonamiento
de agua que con la crisis se ha agravado y en algunos casos ha pasado de cada 2
días aproximadamente a incluso semanas o meses sin agua. Al mismo tiempo es común
que cada casa por humilde que esta sea utilice una Bomba de agua puesto que de
no ser así no podrían acceder al vital líquido.
Si tienes tanque en tu casa con
reserva de agua, debes estirar lo más posible su contenido y la usas lo
necesario, debido a que no sabes cuándo llegará de nuevo; sino utilizas una
“pipa”, que no es más que un gran tonel o recipiente que almacena la fracción
que un tanque. Por tanto, cuidas este líquido celosamente de cualquiera y de
quien sea.
Al momento de darte un baño
igualmente dependes de la electricidad, ya que el sistema hidroneumático
mantiene la presión de agua para que esta fluya por la tubería. Si no hay luz,
sea como sea la condición en la que vivas, debes bañarte a tropezones con envases
de mano.
En la Venezuela actual, incluso
elementos superfluos o “tontos”, como los podrían considerar personas ajenas a
esto, son de muy difícil acceso o en algunos casos “imposibles de comprar” por
el elevado costo, entonces, debes utilizar el mismo jabón para todo; el de
bañarte es el mismo que el de los trastes de la cocina, de lavar la ropa o de
bañar al perro (en caso de que aun tengas).
En fin, te duchas y, te vistes, con
la misma ropa gastada, arreglada y remendada años atrás, porque no puedes darte
el lujo de comprar nueva en la situación en la que te encuentras. Finalmente, te
dispones a salir de tu casa, así como todos los días laborales de semana.
Pensarás amigo lector, que al salir
el venezolano ve a todos con el ceño fruncido o una actitud agresiva, pero, por
el contrario, como es típico, después de dar los buenos días, frases burlonas
se asoman, ya sea por una noche sin luz o trasnochados por dedicar las horas de
sueño a montar guardia para poder tener agua unos días más.
Avanzas a la avenida, que depende de
tu situación puede estar más o menos lejos, y se bien que extranjeros pensaran:
¿porque no toman el transporte desde un lugar cerca de su casa?, la respuesta
es sencilla y vez que complicada, en términos simples es por el “efectivo”.
Dinero en efectivo, se y entiendo
que para la mayoría de países del mundo en este momento manejar dinero en
efectivo puede ser tan simple como ir a cualquier cajero electrónico;
desgraciadamente para los venezolanos se ha vuelto “imposible” volver a ver el
efectivo como fue no hace tanto tiempo atrás.
Razones son muchas, causas y
explicaciones de economistas son incontables, pero soluciones reales casi
ninguna, más que literalmente recurrir a la delincuencia y agrandar aún más las
cuentas de quienes “venden” el dinero en efectivo a porcentajes que no
describiré ahora porque sé que en el futuro próximo esa cifra será mínima.
Se entenderá entonces que resguardar
el efectivo como un “precioso” recurso no renovable se ha vuelto común, y
gastarlo en lo mínimo necesario es obligado; actualmente los venezolanos
caminamos más que la media usual de otros países; “no podemos despilfarrar el
efectivo en ahorrar solo unos metros”.
Avanzas en la calle meditando si el
efectivo que tienes alcanzará para tu ida y vuelta, llegas a la parada del
transporte, observas a tu alrededor, verificando si tienes “competencia” que
pueda dificultar o incluso impedir que te vayas a tu trabajo en la siguiente
unidad.
Te preparas para lo que pueda venir,
no sabes que “vehículo” te llevará hoy a tu sitio de trabajo, con mucha suerte un
Autobús, o su primo más pequeño un “microbús”, sin embargo, cotejas la
posibilidad de que tal vez no sea el caso y te toque sentarte en la plataforma
inestable de una camioneta que te atreverías a asegurar e incluso a apostar que
“el chófer no tiene ni licencia para conducir”.
La situación del transporte en
Venezuela con el tiempo ha empeorado, el alto costo de los repuestos o
refacciones, lo difícil del mantenimiento general de cualquier vehículo te hace
reflexionar e incluso sentir pena por quienes aún tienen uno, porque sabes muy
bien que cualquier detalle por mínimo que sea, significara una cantidad tal que,
paradójicamente la única forma de reparar “el carro” es vendiéndolo.
Entonces, aparece el tan anhelado “vehículo”
como puedes te encimas o te enciman a él y vas tan apretado y ajustado en la
puerta que sabes bien que no caerás solo porque la presión que el resto de los
pasajeros somete contra ti es tanta que siquiera respiras con comodidad.
Así inicia entonces tu mañana, ya en
camino a tu trabajo, das gracias a Dios porque ese día conseguiste el
transporte temprano y no debiste esperar 1 o 2 horas hasta que alguno se
condoliera de tu necesidad, o que fueses lo suficientemente astuto como para
arrebatar el espacio de alguien.
Llegas al destino final, de nuevo
caminas probablemente algunas cuadras hasta alcanzar tu sitio de trabajo o
estudio, sabes que es tarde, sin embargo, todos ahí llegan aproximadamente al
mismo tiempo porque todos sufren las mismas penas.
Si trabajas o estudias en la Venezuela
de la era del “Socialismo Madurista” en cualquier empresa pública, privada o
institución reconoces patrones comunes, y es que lo mismo que acontece en tu
casa ocurre en tu trabajo: apagones, cortes de agua, robos de cables, etc., lo
típico y usual que ha propiciado realmente que las horas efectivas de cualquier
trabajador se reduzcan a menos de la mitad; cosa que también ha colaborado en
el deterioro productivo del país.
Pasan las horas, cumples tu horario
como puedes por los apagones y dispones entonces el viaje de regreso a tu
hogar, hecho que para algunos puede significar un sinónimo de estrés, ya que lo
primero en lo que piensas si tienes hijos es en la cena, de nuevo, especulas acerca
del monto que puede quedar en tu cuenta y si eso alcanzará por lo menos para
que los más jóvenes de la casa sacien su hambre hoy y tal vez en la mañana.
El viaje de regreso representa las
mismas vicisitudes que de ida al trabajo, colas interminables, desprecio de los
transportistas, costos ridículos de los pasajes y unidades en estados
denigrantes para los usuarios, los cuales por necesidad ocupamos de mala gana y
con el pensamiento enfocado en el hogar.
Ya cerca de tu residencia debes
hacer el esfuerzo por llegar a una tienda cercana, probablemente una panadería,
kiosco o local de productos varios, calculando en tu mente la posibilidad de
comprar lo mínimo para la cena y parte del desayuno, porque las dádivas
alimenticias miserables del gobierno a través de los Comités Local de
Abastecimiento y Producción (CLAP) no han vuelto desde meses atrás.
Agradeces
que el punto de venta esté funcionando, y que aún no se hayan robado los cables
telefónicos de ese local, observas los precios solo para confirmar lo que ya
sabias, “hoy, son más caros que ayer”; de nuevo re-calculas lo que hay en tu
cuenta, sacas lo que no es necesario de la lista, como algún gusto prohibido en
la Venezuela de hoy, por ejemplo, un caramelo.
De
nuevo das gracias a Dios porque “hoy alcanzó”, continuas tu camino, agobiado y exhausto
de otro usual día para los venezolanos; entonces, no puedes evitar pensar la
razón por la cual haces todo este sacrificio, dando hasta lo que no tienes para
seguir adelante; conociendo de primera mano que cada día la situación empeora y
que a diario se sufren todas las calamidades propias de la crisis a todo nivel
en la que está sumida el país.
Mientras
continuas tu viaje a casa, tomas un momento para pensar en tus familiares,
hijos, sobrinos, hermanos, esposo o esposa, hasta amigos muy cercanos que están
en otro país, que se fueron con la esperanza de salir adelante, y demasiados
con la simplicidad de la nada, más que con su identificación y buenas
intenciones.
Humildemente
entiendes que a pesar de todo incluso para ellos la situación tampoco es la
mejor, puesto que, a pesar de esas “buenas intenciones” muchos reciben
maltratos, desaires y desprecio rayando en la xenofobia por el solo hecho de
que en esa nueva tierra son incomprendidos, porque aparentemente los nativos
olvidaron que en algún momento de la historia ellos pasaron por una etapa
parecida, o simplemente son incapaces de entender con solo palabras la
situación crítica que se vive en Venezuela.
Sin
embargo, a estas alturas piensas: “¿será que debería irme del país?”, “¿será
que si me voy a MI ira mejor?” … y planteamientos de esa naturaleza se agolpan
en tu mente, sin embargo, y a pesar de las duras lecciones diarias reconoces
que aun tienes a tu alrededor personas que te aprecian, caras conocidas de toda
la vida, familia que, igual que tu aún guarda alguna esperanza, y como tú se ha
propuesto en mantenerse firme para ser los primeros en recoger los pedazos y
con la fuerza que nos quede armar desde sus cimientos a una nueva y hermosa
Venezuela más grande y rica de lo que ha sido nunca.
Así
avanzas hasta llegar a tu casas, y si tienes hijos pequeños, hermana o hermano,
tus padres o esposo o esposa a tu espera, se reafirma la razón por la que haces
todo, tu familia, que a pesar de todo sigue adelante, así como tú lo haces, que
con caras tal vez no contentos por el día, pero si alegre de que aún están bien
y juntos, que aun en los peores momentos siguen esforzándose por llevar
adelante esto que reconocemos como nuestra patria amada, donde nacimos, hemos
crecido y entregado todo lo que somos, con fe y esperanza en un futuro en el
que tanto esfuerzo sea finalmente recompensado.
Realmente
las palabras se quedan cortas, sin embargo, esta es una muestra del “día de un huevón”
más en la actual Venezuela, y no por ser despectivo, insolente o gracioso, sino
por despertar el interés en uno más de todos en el montón de personas que
hacemos “la gente”, porque cada individuo piensa, vive y sufre el día a día que
a veces es menos o más tortuoso, siempre con duras “dosis” de la realidad que
impera en la actual Venezuela.
AGRADECIMIENTO
ESPECIALES
Agradecido y dedicado a Dios todo poderoso, aunque
repetitivo, soy bendecido al poder expresar de alguna manera el vivir diario de
muchas personas minimizadas.
A mis muy estimadas amigas y editoras de esta humilde
redacción, Hilda Naveda (@hildanaveda) y María Leal (@marialeald).
A mi querida madre, a mi hermana, mi familia y a mis muy
queridos amigos y compañeros de trabajo, por ser pacientes y formar parte
activa de lo que aquí plasmo.
A ti querido lector, que tomas tu tiempo en leer las burdas
palabras que aquí yo he dedicado con esmero a juntar para dar forma.
ILUSTRACIONES:
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MAQUINACIÓN:
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EDICIÓN:
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